miércoles, 11 de enero de 2017

Sobre el tempo

La velocidad, o lo que en el gremio de músicos solemos llamar "tempo", es posiblemente uno de los parámetros interpretativos más importantes a la hora de construir y proponer un discurso musical. A menudo hablo sobre este tema con alumnos y siempre les recomiendo un par de estrategias de mi profesor L. Sintsev, para que puedan encontrar el tempo "guisto" (adecuado) en sus interpretaciones. No hay que olvidar que por "tempo giusto" entendemos aquel en el que podemos mostrar de la forma más aproximada y consciente todas la cualidades, matices y sutilezas que encierra la obra. Esto nos lleva a la reflexión de que no siempre el tempo en el que yo puedo mostrar todas las exigencias de la pieza es aquel que demanda el compositor. Pero esta contradicción tiene una relativa importancia por varias razones: Primero porque un tempo diferente al que pide el autor podría mostrar ángulos estéticos nuevos y no por ello menos interesantes o válidos (como ha ocurrido en muchas ocasiones a lo largo de la historia, cuando el autor aceptó variaciones -no sólo en el tempo- sobre su idea original y estuvo de acuerdo con ellas). Segundo, porque el tempo que pide el compositor no responde sólamentea una idea de velocidad, sino de carácter, y para llegar a poder mostrar ese carácter, la obra debe haber evolucionado suficientemente en nuestro consciente y subconsciente interpretativos ya que, la relación que tenemos con nuestro repertorio cambia y crece con nosotros a lo largo de la experiencia y a ese tempo escrito por el compositor debemos llegar de forma natural y no forzada. Finalmente, lo que importa es que el discurso tenga sentido y coherencia para lo que el tempo elegido (concuerde o no, en mayor o menor medida, con el escrito por el compositor) debe ser un punto de apoyo, una parte sólida en la que ubicar ese discurso. Por otra parte, tendríamos también el caso de aquellas obras en las que no existe una indicación explícita de velocidad, y es ahí donde la grafía se revela como fuente principal de información, en vivo diálogo con nuestra intuición. No debemos olvidar que las indicaciones de carácter (allegro/alegre...) nos hablan de un estado de ánimo y que su asociación con la velocidad responde a una concordancia académica que nunca debe distraernos de su significado, no sólo etimológico sino contextual e histórico.

¿Y el metrónomo? ¿No cumple una función esencial para la indicación del tempo? El metrónomo es un recurso que facilita la orientación y, si así lo exige la música o el estilo, permite configurar un pulso equilibrado, pero no es una herramienta interpretativa: muestra el tempo, no el carácer. Puede ayudarnos, por ejemplo, utilizar el metrónomo marcando el contratiempo de la música (no los tiempos fuertes) para refinar nuestra exactitud métrica, pero el carácter debemos encontrarlo más allá de la aparente precisión conseguida.

La primera estrategia que recomiendo es estudiar la pieza en un tempo medio, pero un poco más rápido de la velocidad que nos haría sentirnos cómodos. La comodidad anula la atención y bloquea los reflejos. Por tanto, trabajar en ese tempo medianamente rápido pero un punto por encima de la sensación de comodidad nos permitirá estar alerta sobre el control de los matices, el timbre y el color de cada sonido, el fraseo... y reforzará nuestros reflejos para que podamos tocar después mucho más rápido, incluso, muy rápido. Es lo que yo llamo el tempo "mágico" pues es donde aparecen y se desarrollan las habilidades, en un espacio mágico que está entre lo consciente y lo intuitivo.

La segunda estrategia es delimitar el tempo giusto por la táctica del "doble y mitad": tocar el pasaje o la pieza el dobre de rápido y la mitad de lento, conservando todos los matices y el carácter, es un magnífico ejercicio para poder encontrar el tempo en el que podremos interpretar con todas las garantías. No siempre es posible aplicar esta técnica (sobre todo cuando se trata de tempi extremos) por lo que una variante que puede ayudarnos es la de sustituir el "doble y mitad" por tres puntos del metrónomo: el tempo guisto sería aquel en el que puedo abordar el pasaje tocar con todos sus matices tres puntos por encima (más rápido) del metrónomo y tres puntos por debajo (más lento).

Para acabar, un pequeño consejo que quizás pueda ser de interés: Evitar tocar la obra en su tempo final justo antes de salir a escena, exámen, concurso, etc. Repasarla en ese tempo mágico que comentábamos antes para seguir trabajando y puliendo detalles, como si fuéramos a tocarla dentro de unos días, no sólo en unos instantes. Recordemos que una interpretación es tan sólo un paso más en el camino que recorreremos junto a esa obra a lo largo de la vida. No tiene sentido forzarla, someter nuestra percepción a una presión innecesaria (y contraproducente incluso). Como algunos grandes intérpretes han dicho: "No intentes tocar mejor de lo que puedes. Toca como sabes". Escucha luego el resultado y continua estudiando, perfeccionando, trabajando para acercarte un poco más, la próxima vez, a ese "tempo giusto" que mantenga el equilibrio entre tu esencia interior y el caracter de la obra que quieres compartir con la audicencia.

Claude Debussy: Clair de lune, por Claudio Arrau proponiendo una versión más larga de lo habitual en la que evita crear una sensación de lentitud al moldear magistralmente la percepción del tiempo.