jueves, 8 de febrero de 2018

Belleza y verdad

Hace unos días, reflexionábamos en clase sobre la relación entre belleza y verdad. Sobre cómo conviven estas categorías y logran sobrevivir al tiempo en algunas personas. Personas de las que parece emanar una luz que transforma la realidad y convierte la edad, el paso del tiempo, en algo intrascendente.
He aquí un pequeño ejemplo, que vale más que mis palabras. Yo tuve el privilegio, seguro inmerecido, de asistir a clase con Sofia Vakman (1911-2000), una de las grandes pianistas y profesoras de música de cámara del Conservatorio de San Petersburgo. Recuerdo la sensación de intensa  alegría al acabar sus clases, conscientes de lo aprendido, pero también de lo que faltaba todavía por mejorar, motivados para estudiar, esperando estar preparados en la próxima clase... Al ver ahora este video, en el que tras un homenaje con motivo de su 80 cumpleaños la profesora Vakman accede a tocar una pequeña pieza llena de sensibilidad, regresan a mí aquellos momentos inolvidables, llenos de luz y recuerdos. 
Disfruten de la exquisita elegancia, de la belleza y de la verdad de su interpretación.


 
Sofia Vakman interpreta Alt-Wien de L. Godowsky (nº11 de Triakontameron)

miércoles, 11 de enero de 2017

Sobre el tempo

La velocidad, o lo que en el gremio de músicos solemos llamar "tempo", es posiblemente uno de los parámetros interpretativos más importantes a la hora de construir y proponer un discurso musical. A menudo hablo sobre este tema con alumnos y siempre les recomiendo un par de estrategias de mi profesor L. Sintsev, para que puedan encontrar el tempo "guisto" (adecuado) en sus interpretaciones. No hay que olvidar que por "tempo giusto" entendemos aquel en el que podemos mostrar de la forma más aproximada y consciente todas la cualidades, matices y sutilezas que encierra la obra. Esto nos lleva a la reflexión de que no siempre el tempo en el que yo puedo mostrar todas las exigencias de la pieza es aquel que demanda el compositor. Pero esta contradicción tiene una relativa importancia por varias razones: Primero porque un tempo diferente al que pide el autor podría mostrar ángulos estéticos nuevos y no por ello menos interesantes o válidos (como ha ocurrido en muchas ocasiones a lo largo de la historia, cuando el autor aceptó variaciones -no sólo en el tempo- sobre su idea original y estuvo de acuerdo con ellas). Segundo, porque el tempo que pide el compositor no responde sólamentea una idea de velocidad, sino de carácter, y para llegar a poder mostrar ese carácter, la obra debe haber evolucionado suficientemente en nuestro consciente y subconsciente interpretativos ya que, la relación que tenemos con nuestro repertorio cambia y crece con nosotros a lo largo de la experiencia y a ese tempo escrito por el compositor debemos llegar de forma natural y no forzada. Finalmente, lo que importa es que el discurso tenga sentido y coherencia para lo que el tempo elegido (concuerde o no, en mayor o menor medida, con el escrito por el compositor) debe ser un punto de apoyo, una parte sólida en la que ubicar ese discurso. Por otra parte, tendríamos también el caso de aquellas obras en las que no existe una indicación explícita de velocidad, y es ahí donde la grafía se revela como fuente principal de información, en vivo diálogo con nuestra intuición. No debemos olvidar que las indicaciones de carácter (allegro/alegre...) nos hablan de un estado de ánimo y que su asociación con la velocidad responde a una concordancia académica que nunca debe distraernos de su significado, no sólo etimológico sino contextual e histórico.

¿Y el metrónomo? ¿No cumple una función esencial para la indicación del tempo? El metrónomo es un recurso que facilita la orientación y, si así lo exige la música o el estilo, permite configurar un pulso equilibrado, pero no es una herramienta interpretativa: muestra el tempo, no el carácer. Puede ayudarnos, por ejemplo, utilizar el metrónomo marcando el contratiempo de la música (no los tiempos fuertes) para refinar nuestra exactitud métrica, pero el carácter debemos encontrarlo más allá de la aparente precisión conseguida.

La primera estrategia que recomiendo es estudiar la pieza en un tempo medio, pero un poco más rápido de la velocidad que nos haría sentirnos cómodos. La comodidad anula la atención y bloquea los reflejos. Por tanto, trabajar en ese tempo medianamente rápido pero un punto por encima de la sensación de comodidad nos permitirá estar alerta sobre el control de los matices, el timbre y el color de cada sonido, el fraseo... y reforzará nuestros reflejos para que podamos tocar después mucho más rápido, incluso, muy rápido. Es lo que yo llamo el tempo "mágico" pues es donde aparecen y se desarrollan las habilidades, en un espacio mágico que está entre lo consciente y lo intuitivo.

La segunda estrategia es delimitar el tempo giusto por la táctica del "doble y mitad": tocar el pasaje o la pieza el dobre de rápido y la mitad de lento, conservando todos los matices y el carácter, es un magnífico ejercicio para poder encontrar el tempo en el que podremos interpretar con todas las garantías. No siempre es posible aplicar esta técnica (sobre todo cuando se trata de tempi extremos) por lo que una variante que puede ayudarnos es la de sustituir el "doble y mitad" por tres puntos del metrónomo: el tempo guisto sería aquel en el que puedo abordar el pasaje tocar con todos sus matices tres puntos por encima (más rápido) del metrónomo y tres puntos por debajo (más lento).

Para acabar, un pequeño consejo que quizás pueda ser de interés: Evitar tocar la obra en su tempo final justo antes de salir a escena, exámen, concurso, etc. Repasarla en ese tempo mágico que comentábamos antes para seguir trabajando y puliendo detalles, como si fuéramos a tocarla dentro de unos días, no sólo en unos instantes. Recordemos que una interpretación es tan sólo un paso más en el camino que recorreremos junto a esa obra a lo largo de la vida. No tiene sentido forzarla, someter nuestra percepción a una presión innecesaria (y contraproducente incluso). Como algunos grandes intérpretes han dicho: "No intentes tocar mejor de lo que puedes. Toca como sabes". Escucha luego el resultado y continua estudiando, perfeccionando, trabajando para acercarte un poco más, la próxima vez, a ese "tempo giusto" que mantenga el equilibrio entre tu esencia interior y el caracter de la obra que quieres compartir con la audicencia.

Claude Debussy: Clair de lune, por Claudio Arrau proponiendo una versión más larga de lo habitual en la que evita crear una sensación de lentitud al moldear magistralmente la percepción del tiempo.

martes, 12 de julio de 2016

Sobre la inconsciencia

Cuanto más frecuento las redes sociales más me invade la sensación de que vivimos inmersos en una confusión constante. Como las gotas de agua que golpean nuestro rostro en la tormenta, así nos azotan las tendencias, las noticias, las opiniones… Poco importa si lo que vemos es real o tan sólo es el reflejo de lo que nos gustaría (o no) ver. La tormenta no cesa y seguimos avanzando con paso intermitente, acumulando intenciones que a veces no pasan de ser meras tentativas. Hay quien suple su confusión con la inconsciencia, baluarte tibio aunque seguro para la felicidad. Se reafirma en el “pues yo lo veo así” y evita confrontar aquello en lo que cree, con lo que en realidad podría ser. Las cosas no pasan sino según yo las percibo, pues me siento al fin y al cabo su protagonista y por ello, esgrimo mi derecho a pronunciarme sobre ellas. No importa si entiendo lo que me acontece. Lo que vale es la opinión, y no el criterio. Todo lo que no concuerda, ese cuarto de tono descendente que alerta a mi intuición y mi consciencia, se evita de inmediato y se envía al ostracismo. La tormenta arrecia, me confunde, pero si tropiezo, la culpa siempre será del otro.

Quizá podría detenerme, buscar un soportal, un tímido refugio donde recobrar aliento y orientación. Pero siempre hay algo que parece impedírnoslo, que nos impulsa hacia adelante, con los ojos entornados, arrastrando nuestros pasos hasta el siguiente escollo. Ni siquiera la música parece ya un lugar seguro, ataviada de ornamentos y falsas luces que presumen socorrernos. Reducto de la magia que alienta por igual lo inexplicable y el sentimiento de certeza (tan necesario para ubicarnos y encontrar sentido a lo que quizá nunca lo tuvo), nos habla hoy a voces de lo atractiva que aparenta su superficie, y nos convida a olvidar la belleza que atesora en sus profundidades. Sólo la literatura, en parte, nos ofrece consuelo. Nos sirve sobre mantel de lino ese discurso que no precisa de opinión, que regala respuestas con que abatir frágiles preguntas, que nos espolea a buscar otras en su lugar, más audaces, más necesarias. Leer nos permite sentir que no estamos solos en esta tormenta que otros ya vivieron y en la que algunos, tuvieron el acierto o la fortuna de encontrar caminos firmes.

Dejemos pues que las hojas de los libros se conviertan en paraguas, que las palabras atraigan con su fuerza a nuestra brújula cansada, alivien nuestros párpados y afinen, así, el destino que acoja finalmente nuestros pasos.





miércoles, 23 de marzo de 2016

Berstein y las preguntas sin respuesta

En 1972, Leonard Bernstein estuvo en Harvard para desempeñar el puesto de "the Charles Eliot Norton Professor of Poetry", entendiendo "poetry" (poesía) en un sentido amplio del término vinculado a la creación artística en sí (poética). Este puesto, que había sido creado por primera vez en 1925, invitaba a sus miembros facultativos a vivir en el campus, convivir y orientar a los estudiantes pero sobre todo, a realizar una serie de 6 conferencias públicas. T.S. Eliot, Aaron Copland, W.H. Auden, Robert Frost o Jorge Luis Borges habían tomado parte de esta tradición y Bernstein también lo hizo. 

Agrupadas bajo el título de “The Unanswered Question”, las conferencias de Bernstein abarcaban un terreno muy amplio que comprendía la poesía, la lingüística, la filosofía y la física. Pero el eje central sobre el que focalizaba su discurso era, óbviamente, la música. El total de las conferencias dura alrededor de 11 horas y están consideradas una obra maestra del pensamiento pero, sobre todo, son un inmejorable ejemplo sobre cómo convertir lo complejo en accesible al entendimiento. Ahora están disponibles en Youtube y son un documento que merece la pena consultar para fomentar nuestra reflexión, nuestra actitud crítica, nuestra creatividad, y abrir nuevas ventanas hacia la práctica interpretativa.

Que lo disfrutéis!



martes, 15 de marzo de 2016

Educación, interpretación y valores

  A menudo me pregunto qué enseñamos a nuestros alumnos en los conservatorios, para qué les ayudamos en su proceso formativo, para qué los preparamos. Es una duda que comparto ávidamente con algunos de mis colegas, también en los diferentes cursos y festivales internacionales que he visitado. Qué sentido tiene que un joven dedique su vida a la interpretación musical, a suscitar en quien le escuche, sensaciones, emociones, pensamientos que justifiquen lo que significa tocar para un público. Cuando recordamos lo que ha significado hasta ahora no podemos sino preguntarnos hacia donde evoluciona esta experiencia humana y si deberíamos preservarla o dejar que acceda a nuevas dimensiones, ubicando lo que ha sido en la estantería del pasado y el recuerdo.

  Uno se pregunta: si el futuro no va a precisar de la reflexión, la emotividad, de todas aquellas disciplinas que no tienen una finalidad utiliaria concreta pero que nos reconfortan y nos conforman como seres humanos, si se las excluye de los planes de estudios, del día a día cotidiano ¿Qué sentido tiene estudiar a Séneca, a Beethoven, a Shakespeare? ¿Cómo es posible descifrar y entender a Schubert, hasta el punto de poder traducirlo en mensaje sonoro que compartir con una audiencia, si nuestros jóvenes y quien deberá ser su público viven rodeados de estímulos que les orientan hacia otra dirección? ¿Cómo aprehender la entonación en Bach, la proporción en Mozart, lo trascendental en Liszt si ya no escribimos cartas (escribimos mails o whatsapp), ya no conversamos (chateamos o intercambiamos mensajes de voz) ya no paseamos (pues llegamos tarde a todas partes). ¿Qué esperanza podemos depositar en la lectura, en la interpretación si nuestros niños están expuestos a una programación vanal y corrosiva y quienes están a su cargo, por dejadez, ignorancia o perversidad, toleran y nutren esa influencia. Si Bob Esponja nos parece divertido, Gran Hermano entretenido y el Debate de la Sexta formativo ¿dónde queda espacio para Brahms, para Shostakovich... en la programación nocturna, los domingos, a primera hora de la mañana? Reflexino sobre los vídeos más vistos en Youtube, sobre los que el mismo programa me proponer ver, y sólo se me ocurre una palabra: inconsciencia. Es un error no cuidar y regar una planta, pero más grande es el error si no somos conscientes de que deberíamos hacerlo.

  Todo parece apuntar a que vislumbramos la llegada de una nueva etapa, con nuevos valores y un nuevo orden que, como en épocas anteriores, cerraría este capítulo de la historia para almacenarlo en la hemeroteca. Quizá se nos olvida que toda evolución sólo puede producirse rompiendo con lo anterior y que esa ruptura suele ser dolorosa y de consecuencias terribles. La transformación de la materia acostumbra a ocurrir gracias a un "conflicto",  que genera una "calma" que, nada más nacer busca su cíclico destino hacia un nuevo "conflicto". Quizás el nuevo orden supere al actual, corrija parte de sus defectos y engendre otros nuevos, pues nada es blanco o negro, sino gris, que se aclara u oscurece hasta hacerse irreconocible. Aún así, y aún si somos optimistas pensado en que deshacernos del vestido viejo nos permitirá llevar uno unevo, no podemos por eso dejar de temer cruzar el puente que nos lleva al otro lado. Quizás la Vida Eterna sea "mejor" que la vida humana que tenemos, pero no podemos por ello dejar de temer a la muerte. Sólo Séneca, escribiendo a Lucilo, nos consuela, aunque no nos convence.

  Con los años te das cuenta de que el conocimiento en sí mismo es necesario, aunque no muestre una utilidad práctica puntual. Que el respeto a los demás y a uno mismo es signo de autestima y dignidad sin la que no tiene sentido vivir. Que no todo es innovación, y TIC y creatividad porque decir "te amo" no es en absoluto original, pero es bonito. Y necesario. Quizás nos vamos haciendo viejos y nutrimos con recuerdos el vacío que aporta la experiencia cotidiana y así, no podamos sino echar de menos la delicadeza, la elegancia, la sencillez..., esas cualidades que parecen estar hoy tan olvidadas, tan lejos de nosotros... Puede ser que esa sea la razón por la que intentemos rescatarlas de la añoranza para revivirlas en cada clase, en cada concierto, y creamos necesario transmitirlas a los jóvenes, sin pensar en el futuro, de la misma forma que un día Sócrates decidió aprender una difícil melodía justo antes de ingerir la cicuta.