domingo, 23 de noviembre de 2014

Política educativa

Conversando con algunos alumnos, hace unos días, reflexionábamos sobre la siguiente cuestión...

La política educativa musical de un gobierno podría presentar tres enfoques o posibilidades:
1.- Entender la música como ornamento de la sociedad. Como un bien prescindible, que, aún admitiendo que aporta beneficios emocionales y, en menor medida, intelectuales, no representa una manifestación indispensable para la supervivencia ni, lógicamente, para la convivencia de la sociedad. Como sostenía Charles Burney "un lujo inocente, innecesario para nuestra existencia, pero una gran satisfacción y una gran mejora del sentido del oído". La música debería ser de acceso restringido, principalmente, para aquellos que puedan permitirse el lujo de cultivarla y/o, en su defecto, una práctica con repercusiones económicas concretas.
2.- Entender la música como un elemento esencial y necesario de la educación emocional del pueblo y entender ésta como columna vertebral del desarrollo personal del individuo (y, óbviamente, de la colectividad), aceptada incluso por encima de la educación intelectual y/o espiritual. La música y, por extensión, el resto de las artes, conformarían el equilibrio fundamental para alcanzar la felicidad humana y darle sentido (a través de la creatividad, la colaboración, el lenguaje común de los sonidos...) en su dimensión más completa. La música no sería sólo un derecho sino una prioridad necesaria para la población, en todas sus manifestaciones y estilos.
3.- Entender la música como parte de una política social que permita influir en el pensamiento (y el comportamiento) del ser humano. Entender la música, al fin y al cabo, como una herramienta más para conformar al individuo según las prioridades y valores que determine el gobierno. La música debería ser entonces un derecho fundamental para la población, pero sería necesario decidir qué música debe o no sonar y cómo debería interpretarse.
Es muy probable que para que se dé la segunda opción, que, subjetivamente y como miembros del sector que somos, nos parecía la más idónea, los gobernantes deberían haber tenido una formación musical satisfactoria. Un enfoque., por tanto, desconsoladamente idílico.


Es posible que se trate de reflexiones equivocadas, imprecisas o demasiado simples, pero aquel día se nos revelaron cercanas, y más certeras de lo que nos hubiera gustado admitir...