martes, 31 de agosto de 2010

Estudiar

Saber estudiar representa un arte parejo al de la interpretación o al de cualquier otra actividad creativa con valor de aprendizaje. Especialmente hoy en día, cuando la escasez de tiempo nos obliga a una organización precisa y a rellenarla de estrategias y actividades que nos aporten la mayor efectividad posible. Sobre diferentes modelos o metodologías de estudio se ha escrito ampliamente y es este un campo al que la pedagogía y la psicología han dedicado razonable atención. Quizás no sea tan extensa la bibliografía en lo que concierne a la interpretación musical pero aún así su variedad y volumen siguen siendo de considerable interés. Una de las primeras cosas que encontramos es cómo los hábitos de estudio responden siempre a un modelo académico organizado, casi deportivo, es decir, donde priman las estrategias de resultados lógicos y generalistas (como la amplitud, limpieza y luminosidad del lugar de estudio, la corrección en la alimentación, la práctica de algún deporte o la ubicación del estudio a primeras horas de la mañana, cuando nuestra capacidad de concentración se supone más despierta). No desvelo nada nuevo al observar que en el mundo del arte, y en concreto en el de la interpretación musical, estos modelos no siempre son naturales ni, mucho menos, populares. Al contrario, la atracción de la nocturnidad o de los estados creativos en situaciones límite para el organismo son bastante comunes en nuestro gremio... La "academia" no puede recetar abiertamente ese tipo de hábitos y acaba dejando a la elección personal, a la revisión histórico-causística y a la verificación a través del resultado, la mejor manera de estudiar para cada uno. Es como si dijese: “...esta manera funciona. Lo dicen los psicólogos, los pedagogos, los especialistas. Ahora, si usted quiere probar aquella o dice que le va mejor estudiar de esta otra consumiendo además tales o cuales sustancias, ya mostrará los resultados en el concierto o en el examen que argumenten su elección”. La academia suele exponer orgullosa su certeza de fiabilidad otorgada por la estadística y que le faculta el adoptar posturas o puntos de vista fiables y comunes.

Bien, pues algo así vengo yo a recontar en este texto: una serie de estrategias, de costumbres, de actitudes ante el estudio, que comúnmente aceptadas por la “academia” pueden ofrecer una estructura básica para quien no organiza su estudio de ninguna manera, y pueda así orientarse en los inicios de lo que en realidad es una forma más de autoconocimiento.
En primer lugar se encuentra la paciencia. Saber estudiar como una forma de “inversión” estableciendo un control de rendimientos a corto, medio y largo plazo constituye la base de todo buen método de estudio. El texto impreso debe ser siempre nuestro aliado, nunca nuestro enemigo, acudiendo a sus indicaciones, reflexionado sobre su sentido y por tanto sobre su “resolución”. Es muy importante analizar la partitura, oírla interiormente, revelar su(s) sentido(s) o su(s) significado(s) antes de ponernos a tocarla, de tener una experiencia físico-sonora al revelarla... una experiencia que debe responder a la intención previa y no sólo a una función de control o verificción auditiva.

Estudiar lento es otro elemento esencial relacionado con la paciencia. La aportación de capas de estudio de calidad constituyen el mejor material posible sobre/con el que construir nuestra interpretación. Claro que al dar una capa debemos saber muy bien, cómo y para qué se da; qué aporta a lo aprendido y cómo se relaciona con el aprendizaje próximo... A aprender a estudiar, debe(n) enseñarnos nuestro(s) profesor(es) enfocando sus indicaciones a "enseñar a enseñar-se" (Gadamer). Nuevamente, el objetivo de dotar al estudiante de las herramientas necesarias prr ser autosuficiente deviene en el objetivo principal de la pedagogía.

Es muy importante también, especialmente para los intérpretes de música "clásica" de tradición occidental, donde el peso del texto, de la partitura, es crucial, convertir en maleable el discurso sobre el que se está trabajando. A través del análisis, pero también de ejercicios, de ritmos, de combinar articulaciones, dinámicas, ornamentaciones, armonizaciones alternativas, modificar el texto para convertirlo en propio. Si ideamos una respuesta al sujeto de una fuga diferente a la que ideó el autor posiblemente el resultado sea menos artístico pero nos obligará a entender mejor por qué el autor eligió esa variante y así, asimilarla y memorizarla más rápidamente. Colocar las voces de un discurso polifónico a más de una octava de diferencia en el teclado, tocar más fuerte una voz que otra, son estrategias clasicas de estudio que modifican el material original para conseguir potenciar el control auditivo. Trabajar con ritmos no sólo automatiza el rendimiento muscular de nuestros dedos, también envía al cerebro una doble señal de pulso que nos permite “reconocer” inconscientemente la velocidad más rápida al subir el tempo y responder favorablemente. Un ejercicio magnífico que suelo aconsejar a mis alumnos es el de tocar tres veces seguidas un pasaje, de tres formas diferentes. Obligándose a “crear” variantes que modifiquen ya el tempo, ya el carácter, ya la esencia íntima del mismo (tocar para una persona querida, tocar solemnemente, tocar alegremente...) fomentan la creatividad y acercan el discurso al intérprete y por extensión favorecerán que la interpretación pública sea una experiencia donde se aparece con mayor solidez e interés. También evita la repetición automatizada que con frecuencia sólo sirve para fijar errores inadvertidos, extremadamente peligrosos.

Otro aspecto es la organización del tiempo de estudio. Trabajos especializados bien conocidos demuestran que las franjas óptimas de concentración duran entre una hora u hora y media y que, a partir del último tercio de esa franja, más o menos, los niveles de atención comienzan a bajar. Hacer entonces una pausa en el estudio regenera la capacidad de concentración y nos permite reincorporarnos a una curva ascendente en el rendimiento. Es decir, hay que realizar una pausa de diez a quince minutos cada hora y de esa forma obtendremos una acumulación de estados cualitativamente óptimos, “in crescendo”, tanto en nuestra concentración como en nuestro rendimiento. Es cierto que existen metodologías para aumentar el alcance de la concentración, pero aún así, si pensamos en una franja de cuatro horas efectivas (unas cinco horas totales) de estudio diarias, dispondremos de una posibilidad magnífica para planificar nuestros intereses y conciliarlos con nuestras obligaciones.



Por último, una académica y paternal llamada a la reflexión sobre nuestros hábitos de vida. El estudio es una parte esencial, vertebral, de esa profesión que es en realidad nuestra vida. Todo elemento que la compone se interrelaciona e interactua como si de los estudios de Chopin se tratase (no se aborda tal o cual estudio, sino la colección entera, para optimizar y comprender los resultados). Por tanto, es difícil aceptar (académicamente al menos :-) que se pueda rendir en el estudio con un tipo de vida desorganizado o contraproducente. Vuelvo a reflexionar sobre el hecho de que grandes intérpretes en la historia han carecido de orden en sus vidas o incluso han practicado el desorden más absoluto alcanzando cotas creativas extraordinarias. Es una decisión personal pero la "academia" no puede recomendarlo. Una alimentación sana, rica y variada, efectuada en espacios limpios e higiénicos garantiza una dosis de salud que inevitablemente aumentará nuestra capacidad de rendimiento. La práctica de algún deporte colectivo ayudará a nuestra socialización y a reafirmar valores que luego aplicaremos en la interpretación de conjunto. La práctica de un deporte solitario (como correr o nadar) nos aportará una autoconsciencia y control fundamentales para conocer nuestro comportamiento y para “oírnos” durante la realización de tareas. Dormir bien y las horas necesarias es otro componente importantísimo. Una vida espiritual activa nos ayudará a entender mejor a algunos autores ligados a la religiosidad como eje de su poética. Organizar el tiempo de estudio en el conjunto de actividades y compromisos diarios, intentar que el lugar de estudio esté bien iluminado, ordenado y limpio; Sacar tiempo para divertirse, para relacionarse con los demás y con los otros, para complementar nuestra formación con otras artes (teatro, pintura, literatura, etc.) nos aportará un sustrato de experiencias elementales sin las cuales no podremos abordar la práctica interpretativa con acierto.

Bien, estas son sólo algunas reflexiones sobre la importancia del estudio, su organización y naturaleza. Ahora sólo queda dejar el ordenador y ponerse a estudiar de verdad; alimentando la curiosidad, el tesón, la paciencia y la creatividad para que se desarrollen sólidos, pilares de nuestra práctica interpretativa habitual y por qué no, de nuestra propia vida.

1 comentario:

  1. No sabía que tenías un blog!!Me gusta poder leer tus ideas, además, como casi siempre...Estoy de acuerdo contigo. En esta entrada que has escrito además añadiría al trabajo el estudio mental de la partitura. Es decir, la lectura de la partitura de forma lenta al mismo tiempo que se imaginan digitaciones o respiraciones. Como estar tocando pero sin el instrumento, mentalmente y con el cuerpo. Esto ayuda muchísimo a la seguridad del oído interno, la memoria, creatividad y por supuesto al movimiento "mecánico". Hay un libro interesante, muy mal traducido al español pero que deja ver algunas prácticas efectivas, que habla de esto. Supongo que lo conoces pero por si acaso... Renate Klöppel: Ejercitación mental para músicos ed. Idea Música
    Hasta la próxima!. Sofía

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